Un ejército de voluntades se congrega en el Jardín Botánico de Caracas para “cambiarle la cara” a uno de los pulmones vegetales de la capital venezolana. Ni los hurtos, ni el abandono del estado, les borran la sonrisa a los voluntarios que suman 32 jornadas de trabajo.


Texto: Francisco Rincón | Fotos: Cortesía Yaroslavi Espinoza y Karla Zerpa


En 1945 inicio un trabajo científico de reforestación y plantación de árboles exóticos en terrenos de la antigua hacienda Ibarra. Las labores dieron vida al Jardín Botánico de la UCV y en 1958 fue abierto al público; casi 60 años después, sus puertas estuvieron a punto de cerrar, pero un grupo de dolientes se atrevió a dar un paso al frente para sacar del abandono a un pulmón vegetal que en el año 2.000 fue nombrado -conjuntamente con la ciudad universitaria-, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, único en su tipo junto al Real Jardín Botánico Kew de Londres.

Todo comenzó el 1 de julio del 2017 con un correo electrónico, relata Yaroslavi Espinoza, investigadora del Instituto Experimental Jardín Botánico «Dr. Tobías Lasser» y precursora de la iniciativa. “Surgió como consecuencia de la necesidad de recuperar nuestros espacios, tanto los del instituto, como las áreas verdes del jardín. Convoqué a todos mis conocidos, compañeros de trabajo y grupos ambientales, con los que compartí en otras actividades. Las áreas se encontraban en completo estado de abandono y estábamos a punto de perder la colección valiosa de plantas que tenemos desde hace más de 72 años”, explicó.

Desde la fecha, hasta la actualidad, se organizaron 32 jornadas de voluntariado en sus espacios, que se extienden a lo largo y ancho de 72 hectáreas: 12 planas y 60 de colinas, sectorizado en 13 zonas diferentes. La treintena de actividades, que se desarrollaron los sábados, sumarian más, de tomarse en cuenta el resto de jornadas en las que participaron los voluntarios que se acercaron a las instalaciones en el transcurso de la semana.

Una causa sin limites

Al lugar, ubicado en el centro geográfico de Caracas, llegan personas de todas las edades, tendencias políticas y estratos sociales, para aportar su granito de arena; “eso es lo bonito”, dice una de las participantes. Residentes de Catia, Petare, La Guaria, Guatire, Los Teques, Guarenas, Valles del Tuy, El Cementerio, Sabana Grande, Los Chaguaramos y Santa Mónica, han dicho presente, incluso, de estados del interior del país, como Falcón, Nueva Esparta, Bolívar, Aragua, Lara, Táchira y del Oriente.

Los problemas comenzaron en 2014, y no cesaron. Paros universitarios, protestas antigubernamentales y la crisis que atraviesa Venezuela, causaron “estragos”. El Jardín Botánico de Caracas, que fue el primero del país y alberga el Herbario Nacional de Venezuela –que custodia una colección de más de 400 mil especímenes botánicos-, el Instituto Botánico de Venezuela y una amplia colección de arte, fue incorporado por decreto presidencial a la Ciudad Universitaria en diciembre del 2.000, bajo la figura de Fundación Adscrita a la UCV. Desde entonces, el mantenimiento y control está bajo su responsabilidad, sin embargo, funcionarios de la Guardia Nacional siempre custodiaban el área forestal.

Un patrimonio resquebrajado

Durante el desarrollo de las protestas del 2014 en contra del gobierno que preside Nicolás Maduro, el comando que permanecía en el lugar fue retirado y los efectivos enviados a reprimir a los manifestantes. Solo quedaba una representación de cuatro o cinco distinguidos, hasta abril del año pasado cuando retiraron a todos. A partir de ese momento, comenzaron los hurtos “casi que a diario”: Los delincuentes causaron destrozos, sustrajeron el servidor principal que contenía información del Herbario Nacional de Venezuela, computadoras, impresoras, documentos, aires acondicionados de las oficinas, bombillos, cables de electricidad e internet, tuberías de cobre, los cauchos de los camiones cisterna e incluso, robaron mientras se encontraban visitantes en el lugar.

También se registraron hurtos en la biblioteca Henri Pittier –cuya colección bibliográfica es la más grande sobre la botánica en Venezuela-, de la que desaparecieron colecciones “con más de 100 años de antigüedad que son un patrimonio insustituible”. Varios vehículos fueron robados y otros desvalijados. Los encargados del jardín Botánico de la UCV registraron más de 20 hurtos y robos, y pese a dirigirse en reiteradas ocasiones al Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalistas (Cicpc), no obtuvieron respuestas.

Las acciones hamponiles acrecentaron las condiciones críticas de las áreas verdes y el deterioro del jardín, pero eso no amilanó a los activistas. Las jornadas de recuperación promedio, son pautadas para los sábados, comienzan a las 9.00 de la mañana y se extienden hasta las 4.00 o 5.00 de la tarde. En un solo día, se llegaron a congregar hasta 100 voluntarios y en una jornada regular, hacen acto de presencia unos 25. “Algunos se mantienen desde el inicio y otros van pocas veces, pero lo bonito es que continúan llegando personas”, cuenta Espinoza.

Biodiversidad en medio del ajetreo

El pulmón vegetal capitalino –junto al Parque Nacional Waraira Repano-, alberga una laguna natural, dos espejos de agua, senderos de interpretación, un orquideario (vivero) , un bosque húmedo tropical, un jardín xerofítico (diseñado para mostrar especies de zonas secas), una de las colecciones de palmas más importantes de Latinoamérica, albergando unos cuatro mil ejemplares de unas 250 especies, zingiberales (colección de especies del grupo del plátano y el riquirriqui), aráceas (sección del Jardín donde se agrupa una colección de plantas que prefieren la sombra y la humedad), un jardín didáctico recreacional (donde pueden contemplar uno de los cuerpos de agua con lotos y nenúfares), bromeliario (vivero), arborétum (lugar donde los árboles se encuentran agrupados por su parentesco), zonas para descansar, leer, trotar, meditar y ejercitarse, y más de dos mil 500 especies que corresponden a unas 200 familias botánicas: 50 por ciento son de Venezuela y resto provienen de Centroamérica, África, Asia y Suramérica.

Las personas que visitan parte del patrimonio de la humanidad, pueden observar la diversidad de flora que se encuentran en el lugar gracias a convenios, regalos, donaciones, búsqueda propia e incluso, algunas modificadas genéticamente por especialistas del jardín, pero el estado de abandono, amenazaba con perder la colección.

Al lugar se acercan empresas, instituciones, colegios, expertos y estudiantes, para hacer trabajo comunitario, labor social o colaborar. Espinoza resalta el apoyo de Gladys Vergel y Mario Salazar, Alisarahi Loaiza, Bernardita Arrieta, Igleidi Gonzales,  que son sus compañeros de trabajo, la orientación de Jan Tillett, ingeniero agrónomo jefe de las áreas verdes del jardín y el doctor Mauricio Krivoy, director principal de la Fundación Jardín Botánico.

El aporte de la Fundación Tierra Viva, Alejandro Luy, Nirma Hernandez de Conmuevete, Krisna Rodriguez, Jaime Rodriguez de Furs de Venezuela, el equipo de Avepalmas, Garden Center, Finca Dos Aguas, Grupo Atahualpa, Ecopracticas, Fernando Jáuregui, la revista Rio Verde y Biourbana, Provita, Centros de Estudiantes, la Sociedad Venezolana de Orquídeas y Bromelias deportistas, músicos y hasta chefs, han sido “crucial”.

Contra viento y marea

Pese a la solidaridad, las secuelas del abandono y la crisis todavía hacen de las suyas. De lo que hurtaron los maleantes, solo recuperaron guantes, rastrillos, desmalezadoras, palas y picos, gracias a donaciones. “Hay personas que traen hasta las herramientas de sus casas y dicen que nosotros las necesitamos más que ellos”, esgrime una de las investigadoras; de las oficinas no han podio resarcir ninguno de los daños, agrega.

El desánimo no amilana a las personas que llegan el pulmón vegetal para aportan su granito de arena. “Vienen en familia, traen a los niños desde un año y medio, hasta abuelas de 80 años y todos participan. Salen gratificados, comentan que necesitan sentir que hacen algo útil que los llena. Se recargan de energía positiva y en todas las actividades aprendemos algo”, señala una de las coordinadoras.

Durante las jornadas, las personas comparten refrigerios, conocimientos y anécdotas, mientras recogen ramas y hojas, desmalezan y rastrillan. “El cambio se nota. El aspecto del jardín es diferente y el trabajo es evidente”, comenta José Pérez, uno de los voluntarios.

Yaroslavi Espinoza narra que todas las labores se hacen con “mucho amor, fe y esperanza, porque el objetivo es mejorar y demostrar que juntos podemos lograr las cosas”. Tocaba cerrar las puertas del jardín o ser creativos y emprender la labor, pero todas las personas que se suman a rescatar el patrimonio de la humanidad, decidieron actuar y emprender en medio de la crisis.

“Estoy satisfecha. Hay momentos de flaqueza en los que nos preguntamos cómo podremos avanzar, pero nos dimos cuenta que no vale la pena deprimirnos y caer en la desesperanza. Los voluntarios nos nutren, apoyan y forman una red de ayuda. Es un momento crucial para Venezuela y es la hora de las voluntades. Tenemos que seguir luchando por el conocimiento, la ciencia, la cultura y la historia, todo lo que representa el Jardín Botánico”, sentenció Espinoza.

Salva Jardín Botánico

Es la campaña que los emprendedores iniciaron en redes sociales, para convocar a todas las personas a sumarse a las jornadas y transformar el panorama del lugar que alberga una amplia biodiversidad. Las personas que deseen comunicarse, pueden hacerlo a través de twitter en @JBCaracas @salvarjbc_ucv  .

Luego de convenios, los efectivos de la Guardia Nacional regresaron a custodiar las áreas verdes. En la actualidad se organizan proyectos para trabajar conjuntamente con los habitantes del barrio La Charneca, colegios y entes culturales que rodean el jardín, para que participen, se preparen y capaciten, en las instalaciones.

La antigua Alcaldía Metropolitana –desaparecida por el Ejecutivo Nacional inconstitucionalmente-, la del Municipio Libertador y empresas del estado, han enviado camiones cisternas con agua para regar las plantas, personas para desmalezar y maquinas eventualmente, pero “no son contantes como se requieren”.

Quienes deseen colaborar, pueden asistir de lunes a sábado preferiblemente con franela manga larga, mono, botas y repelente de insectos: el único requisito indispensable es tener voluntad. Entre las necesidades del jardín, también destacan las de fertilizantes, nutrientes y vitaminas para las plantas.

“No es el momento de quedarse con los brazos cruzados en Venezuela”, es la “oportunidad de aferrarse a la cultura y a los valores”, y eso es lo que pregonan aquellos que iniciaron la salvación de un baluarte del país, que anhelan devolver al pedestal que ocupó en el siglo pasado.

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