Comienza un nuevo día. Son las 5 de la mañana, aún no ha salido el Sol y se siente la frescura de la madrugada en la capital del estado más grande de Venezuela: Bolívar.

Angelly de González, de 34 años, es asistente administrativo y trabajadora del Seguro Social. Ella narra a Mediosur, con entusiasmo y alegría, cómo su esposo -en los días libres- se levanta desde muy temprano atender el huerto familiar.

Los González viven en una casa con más de 2.000 metros cuadrados, es decir, cuentan con un terreno amplio y tierra apta para la siembra, una alternativa alimentaria que le ha permitido satisfacer una necesidad tan básica e importante como es la alimentación.

Paso a paso

La pareja comienza su día limpiando las matas, regándolas, pese a la escasez de agua en el país. Por eso, decidieron cavar un pozo profundo hasta conseguir el agua.

El Aljibe, como popularmente lo llaman, tiene una bomba eléctrica que permite regar las plantas en sequía, ayudándolas a mantenerse sanas pese al calor y las altas temperaturas de Ciudad Bolívar.

Pasan las horas, se hacen las 9 de la mañana, deciden parar el arduo trabajo porque el sol va en aumento y laborar bajo él, hace todo cuesta arriba.

La aventura comenzó hace 7 años y desde ese tiempo hasta la actualidad cuentan con varios tipos de alimentos, la mayor parte de ellos destinados a su consumo.

El plátano, el topocho, el cambur, la batata, la auyama, el maíz para las cachapas, los frijoles para los almuerzos, el ají dulce, la yuca; algunas frutas como: la guayaba, la guanaba, el limón y las ciruelas, son el sustento de esta humilde familia.

Angelly y su esposo decidieron que esta aventura sobrepasara las fronteras de su hogar. Por eso, regalan los «hijitos» de algunas de sus matas a sus familiares y amigos.

Además venden los cultivos más numerosos como el limón criollo y los plátanos, y aprovechan las épocas decembrinas para vender más de 250 kilográmos de las hojas de estos últimos para las famosas hallacas venezolanas.

Pero no solo siembran, sino que también aprovechan las bondades del Orinoco y luego del cuidado primario del huerto, en algunas ocasiones, deciden salir a pescar las proteínas de su almuerzo, sonrientes, bienaventurados y llenos de vida.

Todos trabajando con el fin de obtener sus propios alimentos | Foto: cortesía

A lo largo de los años, el único problema que tuvieron al principio de la siembra fueron los bachacos; sin embargo, lograron eliminarlos y cosechar el éxito de sus vidas.

“La vida no es nada fácil pero tampoco es muy difícil tenemos que aprender a sembrar para poder cosechar éxitos y bendiciones” lema de vida que les permite, al caer el sol de la tarde, culminar con alegría su día.  

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Los González son una de las de las tantas familias venezolanas que ha decido cultivar su propios alimentos.

Pese a la crisis alimentaria que se vive en el país, esta familia bolivarense sirve de ejemplo para que en el Día internacional de la Alimentación se cree conciencia de las múltiples alternativas que tiene el ser humano para ser parte del cambio.

Sembrando no solo se cultivan alimentos sino también una sociedad consciente que cree y disfruta de las bondades de la naturaleza.

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