La Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtió que la contaminación del aire en la capital venezolana supera 2.5 veces el nivel considerado como seguro. Hasta el 2012, en el país morían más de seis mil personas todos los años a causa de enfermedades relacionada a la problemática.
Autor: Francisco Rincón | @Frajorim
Respirar en Caracas es mortal. Los estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reflejan la hecatombe y advierten que el aire en la capital venezolana tiene una media anual 25 µg/m3 de partículas. El dato representa que la contaminación supera 2.5 veces el nivel considerado por la OMS, como seguro para los humanos.
Los niveles de la metrópolis superan los de Bogotá (2.4) y Buenos Aires (1.4), pero guardan distancia con los de Lima (4.8). La contaminación del aire no es un problema exclusivo de la capital; el flagelo se extiende por toda Venezuela, donde el nivel promedio es 2.2 veces superior al considerado como seguro. En Colombia es 70 por ciento más del nivel seguro y en Argentina 30 por ciento.
Cada año se registran millones de muertes en el mundo, causadas por la contaminación del aire y la cardiopatía isquémica es la enfermedad más común en los países citados anteriormente.
Letalidad silente
La contaminación atmosférica causa una de cada nueve muertes y es la mayor crisis de salud medioambiental a la que nos enfrentamos, de acuerdo a la OMS. Pese a que no siempre se perciba, ocasiona algunas de las enfermedades más comunes:
- 36% de las muertes por cáncer de pulmón.
- 34% de las muertes por ictus.
- 27% de las muertes por enfermedades cardíacas.
- 35% de las enfermedades pulmonares.
El problema suele ser invisible y no es solo una leve bruma que se percibe a lo lejos. La contaminación atmosférica en exteriores y dentro de nuestros hogares cobra cerca de 6,5 millones de vidas al año, y la exposición prolongada afecta la salud y provoca cambios climáticos a corto plazo, lo que pone en riesgo la vida de generaciones futuras.
Las partículas de polución minúsculas e invisibles, penetran en nuestros pulmones, torrente sanguíneo y organismo. El ozono troposférico, producido por la interacción de una gran cantidad de contaminantes diferentes bajo la luz del sol, es el causante del asma y enfermedades respiratorias crónicas.
Los contaminantes climáticos de vida corta están asociados a los efectos negativos para la salud y el calentamiento del planeta a corto plazo. Permanecen en la atmósfera durante días o hasta por décadas. Las fuentes de contaminación atmosférica varían, pero destaca el carbono negro producido por motores diésel, la quema de basura, hornos que queman carbón y la materia orgánica como la madera o los desechos animales. Su tiempo de vida es de diez días como máximo y si las emisiones de carbono negro y otros contaminantes climáticos efímeros se redujeran considerablemente en los próximos años, para 2050 el calentamiento global debería disminuir 5⁰ C.
Entre las principales fuentes de contaminación del aire figuran los modos ineficientes de transporte, la quema de combustible en los hogares y la de los desechos, las centrales eléctricas y las actividades industriales. Las tormentas de arena, también pueden influir en la calidad del aire.
El ozono troposférico, que se crea indirectamente cuando las emisiones de precursores, incluido el metano y otros contaminantes, interactúan con otros compuestos en presencia de la luz solar, es otro poderoso gas de efecto invernadero y su presencia reduce el rendimiento de los cultivos, lo que provoca desnutrición e inseguridad alimentaria.
Otro de los males es el metano y el 40 por ciento de las emisiones de origen humano proceden de la agricultura y la producción ganadera. A estos le siguen las emisiones por aguas residuales, producción de petróleo y gas.
Un círculo vicioso
Muchas de las fuentes de contaminación atmosférica emiten cantidades de CO2, que contribuyen a un círculo vicioso que representan un riesgo para la salud y el clima. El calentamiento global incrementa la intensidad de las tormentas, sequías y olas de calor, y expande las zonas de transmisión de numerosas enfermedades vectoriales portadas por mosquitos, como la malaria. El carbono negro acelera el derretimiento del hielo y la nieve, lo que afecta al acceso al agua y los patrones de sequía, inundación y otros desastres naturales.
El metano es 80 veces más poderoso que el dióxido de carbono en lo que se refiere a los efectos de calentamiento global y es el causante de la niebla tóxica que vemos en las ciudades, enfermedades respiratorias y daños en los cultivos.
Más del 80 por ciento de las ciudades superan los niveles recomendados por la OMS para un aire seguro y nueve de cada 10 muertes por contaminación atmosférica, se producen en países de renta baja o media. Según la organización, solo una de cada 10 personas respira aire seguro.
92 por ciento de la población a escala urbana y rural reside en zonas con niveles de contaminación atmosférica superiores a los recomendados. Entre 2008 y 2013, la polución urbana a escala mundial, incrementó ocho por ciento en los países que llevaban un control.
La contaminación atmosférica en exteriores causa cerca de tres millones de muertes prematuras al año, mientras que en interiores causa cerca de 4,3 millones de decesos prematuros anualmente. Flavia Bustreo, Subdirectora General de la OMS, señaló que, “la contaminación del aire continúa dañando la salud de las poblaciones más vulnerables, como las mujeres, niños y las personas de edad avanzada”, mientras que María Neira, Directora del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la organización, reitero que es “urgente adoptar rápidas medidas para hacerle frente a la problemática”.
Pequeñas acciones, grandes soluciones
Las ciudades pueden reducir la contaminación atmosférica y los contaminantes climáticos de vida corta, a través de medidas que mejoran la salud de manera inmediata y el clima a corto plazo, explicó Carlos Dora, Coordinador de Calidad del Aire, Políticas Públicas y Labores en pro de la Salud.
Existen soluciones para el transporte, como redes para peatones y ciclistas, fomentar el uso de medios de transporte más eficientes, implementar o endurecer las normas sobre emisiones y los vehículos sin hollín. La gestión de los residuos, también tiene soluciones y pueden recuperarse los gases de los vertederos y mejorar el tratamiento de aguas residuales.
Utilizar cocinas más limpias que permitan reducir las emisiones de carbón negro y el tiempo dedicado por mujeres y niñas a recoger leña, contar con un suministro eléctrico con energías renovables, sustituir el diésel, mejorar la gestión del estiércol en la agricultura, reducir la quema en espacios abiertos, promover dietas ricas en alimentos vegetales que permitan disminuir las emisiones de metano asociadas a la producción ganadera y reducir los desechos alimentarios, son algunas de las medidas que promueve el organismo multilateral.
Que podemos hacer
Las comunidades desempeñan un papel crucial a la hora de cambiar la forma de contribuir a la contaminación atmosférica desde el punto de vista individual. Reducir tu huella es un punto de partida: Minimiza las emisiones causadas por tus desechos, desplázate de manera consiente, apaga las luces y aparatos eléctricos cuando no los utilices, y exige cambios.
Aunque reducir la contaminación es una tarea que debe afrontarse de manera grupal, existen maneras de limitar su exposición: Comprueba los niveles de contaminación atmosférica local, controla tus horas de actividad al aire libre, conoce tus alrededores y evita conducir en horas de mucho tráfico. La educación y la promoción de las soluciones, son claves para generar cambios, según la OMS. Casi un tercio de los países de renta baja y media que llevan un control de la contaminación, redujeron en un cinco por ciento sus niveles de polución entre 2008 y 2013.