Mientras la comunidad científica mundial lamenta el desmantelamiento del reconocido radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, por un colapso de cables y daños estructurales, los científicos del Observatorio Astronómico Nacional de Venezuela (OAN) siembran y cosechan papa en el páramo merideño.
La «noticia» fue anunciada por la Ministra de Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez, a través de su Twitter.
Por su parte, el presidente del Centro de Investigaciones de Astronomía (Fundacida), Pedro Grima, calificó el hecho como «¡Todo un acontecimiento!».
“Papas soberanas ante el bloqueo”
Según la cuenta oficial de Twitter del Ministerio de Ciencia y Tecnología venezolano, los trabajadores del OAN «decidieron cultivar papa soberana, ante el bloqueo de Estados Unidos».
«Un observatorio astronómico cuyos investigadores —además de estudiar estrellas, planetas, óptica cuántica— hemos decidido producir alimentos», exclamó Grima.
De acuerdo con la información, 40 mil kilos de semillas de «papa soberana» fueron cosechadas en el municipio Llano del Hato, estado Mérida, donde se ubica el observatorio.
El Ministerio de Ciencia venezolano informó que dichas semillas serán distribuidas entre los trabajadores del OAN y otros agricultores del caserío de Apartaderos, en los Andes merideños.
Cultivan papa en vez de astronomía
En los últimos años, los estudios de astronomía en Venezuela han decaído principalmente por la falta de presupuesto para investigaciones y el mantenimiento de equipos ópticos, como telescopios y proyectores.
El ministerio venezolano de Ciencia y Tecnología afirma que la cosecha de papas en los terrenos del OAN responde a una Alianza Científico-Campesina, de la cual no hay detalles en su sitio web y el enlace no lleva a ninguna página.
A pesar de que el cultivo de papas en una pandemia pudiera ser una buena noticia, no es la primera vez que los espacios dispuestos en un principio para la promoción científica son utilizados con otros fines muy distintos a la ciencia.
Como ejemplo inmediato, podemos citar el Planetario Humboldt, en Caracas; las cúpulas astronómicas de Mérida; y el Planetario Simón Bolívar, en el Zulia. Joyas que fueron protagonistas de la conocida “fiebre del espacio”, pero que ahora enfrentan la falta de equipos, el abandono institucional y, lo más importante: la ausencia de sus divulgadores y científicos.
A eso se le suma la politización de los planetarios, que son dirigidos por la administración de Maduro y han sido utilizados para eventos no relacionados con la exploración espacial o la difusión de las ciencias, como reuniones políticas y cursos de maquillaje y depilación.
Otro ejemplo del abandono de las ciencias en el país lo refleja el primer satélite venezolano, Simón Bolívar, lanzado en 2008 y que ni siquiera completó su tiempo de vida útil: en 2020 se salió de su órbita quedando inoperativo.
De los otros dos satélites, el Miranda y el Sucre, tampoco se saben muchos detalles: solo que sus estaciones de control están ubicadas en los estados Bolívar y Guárico. La página web de la Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales (Abae) tampoco dice mucho y el enlace para solicitar datos del satélite Miranda está dañado.
Los hallazgos del OAN pasaron a otro plano, lejos de esa otrora “fiebre espacial”.
Ahora, los científicos venezolanos vislumbran con mucha incertidumbre el futuro de la astronomía en Venezuela. Y, sin duda, a las nuevas generaciones con vocación de hacer y divulgar las ciencias del espacio en el país les queda un gran compromiso: trabajar desde cero.